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EL FUTURO DE LA ESCRITURA

Acaso es que estamos ante el nuevo estilo de narrar, ante la manera de escribir del futuro, ante la sustitución de la palabra por la imagen, que es lo que lo que más se hace notar en la actualidad. Acaso es, también, que aquí se traza, de manera absoluta, desnuda, hasta con crueldad diría, la diferencia, el antes y el después, los viejos lectores añorando el viejo estilo, los nuevos batiendo palmas. Sin duda que la experiencia, el reto, la apuesta, era necesaria. Uno se acuerda de haber leido en los viejos tomos de la Historia de la Literatura algunas de las revoluciones que tuvieron lugar. De cuando, por ejemplo, en tiempos de Boscán, se hablaba de los poemas «fechos al itálico modo». Pero tanto ahí como en otros novísimos, se jugaba sí, con los conceptos, con la sintaxis, con la palabra, etc, pero todo vertido o supeditado a que la imagen fuese crucificada con estos clavos prensiles. Otra cosa pudiera ser, desde los más viejos tiempos de la cinematografía y hasta siempre, el guión cinematográfico, en donde la imagen, como es natural, ocupa no sólo el lugar preferente sino casi el todo, con el acompañamiento de las palabras que cada vez iban más y más comprimiéndose (aunque cargándose de sentido y de intención y de ingenio) y de la música que más o menos subliminada, más o menos rebosante de vida y presencia, subrayaba los momentos clímax o simplemente merecedores de subrayado, de la imagen. Pero es que aquí no estamos hablando del guión cinematográfico, sino de la novela, de la posible nueva novela.
 Confieso que esta nueva forma de novelar no me atrae especialmente. Pero tampoco me duelen prendas al considerar que quizás pueda ser que mis viejos hábitos de lector se hayan puesto a prueba y han merecido el suspenso. Creo que la importancia tan capital de la palabra, su sugerencia, su infusión, su bendición, paladeo y regodeo se ha perdido. La imagen ha ocupado su puesto y la palabra ni siquiera cumple una función ancilar. Pero con lo dicho creo que casi no se ha dicho nada. Si por el lado de las palabras, de la asistencia del léxico, de su magia, hechizo, embeleco, etc, parecería como que ha perdido su estado de gracia, no obstante, y al margen de esa dedicación a la imagen antedicha, un libro de Jorge Carrión sigue arrastrando una gran corriente de literatura en sus entrañas. Como ejemplo, se puede aducir que se habla mucho, hay muchas referencias de obras literarias y traidas de manera oportuna aunque también de obras cinematográficas, de blogs, de internet, de seriales televisivos, etc. Es decir, un libro que se nos muestra especialmente atrayente desde distintos puntos de vista literarios y cinematográficos, culturales de todas formas, y que hacen que el lector se sienta interesado por su contenido. Lo demás, lo de sentirse o no integrado en las nuevas corrientes lectoras, las que se presentarán en el futuro o acaso ya están vigentes es, evidentemente, otra cosa. Darse cuenta de ello es, acaso, en cierto modo, como levantar una esquina del futuro para ver lo que la literatura será. ¡Quién sabe!

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